Las enfermedades reumáticas autoinmunes sistémicas (ERAS) son patologías en las que existe una alteración de causa desconocida del sistema inmunitario que afecta al propio organismo de la persona, de ahí el término “autoinmune”. Dentro de este grupo de enfermedades se encuentran, por ejemplo, el lupus, el síndrome de Sjögren, la esclerodermia, las miopatías inflamatorias, las vasculitis, la enfermedad de Behçet y el síndrome antifosfolipídico (SAF).
Recientemente se ha comprobado que el ejercicio físico puede ser eficaz tanto en el tratamiento como en la prevención de este tipo de enfermedades, así como en la prevención de algunos de los efectos secundarios provocados por los tratamientos farmacológicos utilizados.
“Se ha demostrado que la cantidad, la intensidad y la duración del ejercicio condicionan la redistribución de las células inmunitarias en la circulación. El sistema inmunológico responde al ejercicio siguiendo una curva en “U”, de manera que el ejercicio moderado podría actuar como un protector frente a la infección. Se sabe, por ejemplo, que este tipo de ejercicio realizado de forma habitual reduce la frecuencia de infecciones respiratorias, cuando se compara con personas sedentarias”, explica la Dra. Raquel Almodóvar, reumatóloga del Hospital Universitario Fundación Alcorcón y una de las coordinadoras del proyecto Reumafit, llevado a cabo por la Sociedad Española de Reumatología (SER), con la colaboración de la compañía biofarmacéutica MSD.
La contracción muscular producida durante el ejercicio actúa liberando multitud de sustancias conocidas como mioquinas. Una de ellas, la interleuquina-6, actuaría disminuyendo la inflamación sistémica relacionada con múltiples enfermedades reumáticas crónicas, obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Por el contrario, “el sedentarismo actuaría estimulando la producción de unas sustancias (citoquinas proinflamatorias) por las células responsables del sistema de defensa (macrófagos), aumentando la inflamación”, explica la Dra. Almodóvar.
La especialista en Reumatología señala también que los datos de los estudios más recientes apoyan la idea de que el ejercicio físico puede contrarrestar la inmunosenescencia (deterioro de la respuesta inmunitaria que se produce con la edad) y mejorar la respuesta inmunitaria. “Se ha comprobado que el ejercicio realizado de forma habitual es capaz de disminuir los linfocitos T senescentes en adultos mayores”, añade la coordinadora del proyecto Reumafit.
Las personas con ERAS y el ejercicio
“Se estima que sólo un 35% de los pacientes adultos con enfermedades reumáticas alcanzan los mínimos de actividad física recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por ejemplo, en el caso de las personas con lupus el 60% no alcanzan esos mínimos de actividad física recomendados”, alerta la Dra. Almodóvar, al tiempo que insiste que para que la adherencia al ejercicio sea mayor resulta fundamental que “la actividad física esté adaptada al estadio evolutivo de cada enfermedad, así como a las capacidades y las preferencias de cada paciente”.
Como norma general para los pacientes con ERAS se recomienda un ejercicio aeróbico, de intensidad leve, evitando los lugares secos y con una hidratación externa continuada. Por ejemplo, en el caso de las personas con síndrome de Sjögren la marcha nórdica es un deporte de bajo impacto que se adapta a dicha prescripción ya que moviliza el 90% de la musculatura del cuerpo ejercitando tanto el tren inferior como el superior, al tiempo que favorece la flexibilidad articular y mejora la coordinación. En el caso de las miopatías inflamatorias los ejercicios de resistencia y aeróbicos son seguros y no provocan recaída de la enfermedad.
En este sentido, el grupo de especialistas que llevan a cabo el proyecto Reumafit acaban de publicar un documento en el que se recomiendan diferentes ejercicios para los pacientes con ERAS, en base a la evidencia científica que existe hasta el momento.
Para más información o acceso a materiales: www.reumafit.com
Acceso al documento de ejercicio y ERAS.
Acceso a vídeo.